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Miel argentina: un producto de exportación de primera calidad
En nuestro país, el 95% de la producción de miel se destina a exportación y, en el año 2019, se exportaron alrededor de 80 mil toneladas. Paradójicamente, nuestro consumo interno es de 250 gramos al año, por persona, mientras que, en países como Estados Unidos, es de 2 kilos al año o 1.5 kilos en Europa, lo que los convierte en nuestros principales compradores.
Para hablar del posicionamiento de la miel argentina en el mundo, primero es necesario hablar del mercado internacional de este alimento. A nivel mundial, se exportan alrededor de 700 u 800 mil toneladas al año y, Argentina, se encuentra posicionada como uno de los primeros tres países exportadores del mundo.
La Dra. Gabriela Tamaño es docente e investigadora de la Facultad de Ciencias de la Alimentación y coordina el Laboratorio de Análisis de Miel y Productos de la Colmena de la institución. En la Semana de la Miel, compartimos los saberes y conocimientos de la experta que lleva más de 30 años de estudios en este campo.
Consultada por la calidad de la miel en el contexto de la producción argentina, Tamaño comenta que “la calidad de nuestra miel es indiscutible, ya que contamos con las condiciones naturales para la producción de mieles de alta calidad por diferentes puntos entre los que podemos nombrar el clima, la extensión de las áreas que cuentan con diferentes tipos de flora tanto de origen nativo como de plantaciones productivas, las que, a su vez, posibilitan la producción de distintos tipos de néctar”.
Así, la calidad puede analizarse desde aspectos relacionados con el correcto procesamiento del producto, en donde no debería haber adulteraciones ni presentar toxicidad, como también, pudiendo demostrar si el alimento cumple con lo que se establece en la normativa propuesta por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, mundialmente conocida como FAO, que define qué es la miel.
Así, entre algunos de los análisis para poder valorizar la miel se encuentran los parámetros físico-químicos, algunos para caracterizar el producto y otros para denotar si existe un manejo inadecuado o adulteración; análisis meliso palinológicos, para detectar y diferenciar el tipo de polen agregado por las abejas que denota el origen botánico de la miel; también se realizan estudios sobre los marcadores aromáticos, valor nutricional, análisis de paneles sensoriales, etc., que se suman a una gran cantidad de testeos e investigaciones para determinar la calidad de la miel.
Comparando con otros alimentos, la docente comentó: “cuando hablamos de vinos o de quesos, todos tenemos en nuestro imaginario de qué estamos hablando, y sabemos que hay diferentes calidades en cuanto a la forma en que fueron producidos, como también, en base al tipo de producto. Esto último se relaciona con los gustos y preferencias de cada consumidor. Así, en países con un alto consumo de mieles, el consumidor, sabe diferenciarlas y pagar distintos montos por productos de alta calidad”.
En este contexto, hay un punto a analizar: la exportación argentina se realiza en la mayoría de los casos vendiendo la miel como un commodity y todavía no es frecuente la venta teniendo en cuenta la diferenciación de tipos de mieles, con sus atributos y cualidades específicas, un punto que impactaría directamente en el precio y en el mercado. “Para esto es necesario un proceso de incorporación de conocimiento que tiene que ir de la mano con la suma y transferencia de tecnología accesible a toda la cadena productiva. Por ejemplo, en nuestra zona se produce grandes cantidades de miel de eucaliptus por las grandes áreas forestadas con este tipo de flora. Pero para poder denominarla de esta forma, tenemos que poder analizarla y demostrarlo.”
Análisis de calidad y trabajos internacionales
En su tesis doctoral, la especialista investigó en su momento, los marcadores diferenciales para caracterizar mieles de eucalipto de la región de Salto Grande, encontrando, entre otras cosas, que la cantidad de potasio presente en las mieles de esta zona era mucho mayor a otras mieles de eucalipto de diferente origen geográfico que se estaban investigando en ese momento.
Actualmente, dentro del trabajo de investigación que viene llevando desde hace mucho tiempo para caracterizar mieles de citrus, en el 2019 Tamaño fue invitada como expositora al evento más importante del sector apícola a nivel mundial, Apimondia, llevado a cabo en Canadá. En esta oportunidad, su investigación fue el único trabajo científico argentino seleccionado para ser presentado en forma oral en el marco del Congreso.
En el camino de los análisis de calidad, se puede obtener una “huella digital” completa de un alimento tan complejo como la miel, a través del proceso de Resonancia Magnética Nuclear.
“Los alemanes, que llevan la delantera en el desarrollo de tecnologías de análisis, son uno de los más importantes compradores de miel en el mundo y, a la vez, uno de los principales exportadores de miel a nivel mundial. En este proceso, son los que marcan la ruta en cuanto a las tecnologías y fueron uno de los primeros que empezaron a usar este tipo de análisis a través de este tipo de resonancia magnética nuclear, sobre todo para detectar adulteraciones. Nosotros lo empezamos a usar como elemento de investigación en el trabajo que hacemos para mieles de citrus en la región Salto Grande, y por eso fuimos invitados a Apimondia”, comenta la doctora.
La importancia de la apicultura y la trashumancia
En nuestro territorio, la Provincia de Buenos Aires presenta el mayor nivel de producción, sin embargo, Entre Ríos siempre se encuentra entre el segundo o tercer puesto en volumen de producción, junto con Santa Fe o Córdoba, aportando mieles de excelente calidad a la Argentina.
En el contexto apicultor, Tamaño habló sobre el proceso de la trashumancia, a través del cual, los productores trasladan sus colmenas, siguiendo las floraciones. “En nuestra región contamos con dos grandes floraciones: la de citrus y la de eucaliptus. Cuando se termina de recolectar la miel en este tipo de plantaciones, muchos de nuestros productores llevan sus colmenas a Córdoba, o Santa Fe, por ejemplo, para hacer miel de pradera, o a Misiones, entre otros lugares.”
Pero la apicultura no solo impacta en la vida y la economía a través de la producción de miel, sino que también lleva a cabo los procesos de polinización. “Según la FAO, la apicultura en el mundo produce un determinado nivel de impacto económico, pero este número se multiplica por 10 en el efecto que produce la apicultura por polinización, y esto sin hablar sobre el efecto directo sobre la biodiversidad y la producción de alimentos”, suma la investigadora.
Así, el trabajo de las abejas y la apicultura, es más que la producción de la miel, ya que, en algunas oportunidades, hasta se utilizan las colmenas para testear la calidad ambiental de un determinado lugar.
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